jueves, 30 de octubre de 2008

Loquillo sigue en pie, como los gatos de aquel callejón





















Como admirador de su música.
Como miembro de su generación.
Por la coherencia que nuestra en sus declaraciones políticas ante la realidad que existe en Cataluña.
Y, dado de que lo tengo enlazado a su Web en mi blog como amigo, ya que, al menos, frecuentábamos míticos garitos cerca de St. Jaume, allá por el 79- 81, tiempos en que Barcelona era una ciudad cosmopolita y vanguardista, no tengo otra, que colgar aquí sus nuevas y valientes declaraciones a un periodista de El País :

De negro. Tupé. No hacen falta glosas: Loquillo, hijo del barrio obrero del Clot, habla de Barcelona, su ciudad, en la que no vive desde hace años. Ahora reside en San Sebastián. Se siente como si le hubieran borrado de la lista: está dolido y no lo oculta. Por suerte, no se muerde la lengua. "Aquí se tiene una imagen de mí muy unida a los ochenta porque a partir del 92 mis discos desaparecieron de la radio. Hay gente que piensa que ya no me dedico a esto. Es más, te vas al interior de Cataluña y creen que me retiré hace años porque no existo", lamenta el rockero, de paso por la capital catalana para presentar Loquillo, leyenda urbana, un documental de Carles Prats con el que hoy se inaugura el festival In-Edit.

En el vestíbulo de un hotel, algo agobiado porque la normativa no le permite fumar -"qué moda de mierda"-, sigue en plan guerrero: "Uno tiene cierto cariño a su tierra y lo mío sólo es un ejemplo más. Hay grupos actuales que siguen teniéndose que ir de aquí para poder grabar y hacer giras. Han pasado casi 30 años desde que nos fuimos a Madrid para grabar porque las compañías que estaban en Barcelona se habían mudado allí. Se largaron. Eso no ha cambiado y eso es lo duro". Loquillo habla sin rabia, como el que ya lo tiene asumido. "Lo duro es, también, que existan muchos festivales modernos en Barcelona, la mayoría subvencionados, mientras que se cierran los pequeños locales donde los chavales empiezan a tocar. Eso incide y va a dejar dentro de poco a esta ciudad sin nada. Nos montarán el superfestival de techno, pero, ¿dónde está el talento de aquí?".

Si se cierran los ojos, parece que se esté escuchando a ratos a uno de los autores de Odio Barcelona (Melusina), que le ha encantado. "Se ha trabajado de cara a la imagen de la ciudad y no a favor de su talento. Eso es lo que ha hecho que me haya ido, que Sabino Méndez viva en Madrid, que Carlos Segarra, de Los Rebeldes, también se largara... Hay cosas... Por ejemplo, que se haya tardado tanto tiempo en hacerle un homenaje a Sisa... ¡Qué vergüenza! ¡Vaya morro! Recordar ahora a Ocaña, tan tarde... ¿Somos gilipollas o qué pasa? Cualquier ciudad española que tuviera a esos dos artistas nos habría vendido su trabajo desde hace 25 años. Es lo que ha hecho Madrid con la movida. Nos queremos muy poco: somos muy snobs para unas cosas y demasiado provincianos para otras".

Como consuelo ante la falta apremiante de nicotina, Loquillo apura una cerveza. Mantiene su tonillo punk, que otros catalogan de macarra. Público no le falta. Lo demostró hace poco en un abarrotado concierto en el Auditori. Su cabreo no es con la gente de la calle, sino con el tinglado oficialista. Parte de sus seguidores, sin embargo, no le ha perdonado el cambio de registro: aunque ahora cante a poetas, quieren seguir escuchando el Cadillac solitario. Es decir, la nostalgia por los Trogloditas, consumidos por las disputas y por las drogas duras, aunque él presuma de no haberse metido nunca "un pico". Añoranza también por una época salvaje, en la que salían a navajazos de sus conciertos madrileños en Rockola. O lo que es lo mismo: la dosis necesaria de leyendas.

En cualquier caso, su futura marcha ya la anunciaban aquellos trenes que veía pasar por las vías del Clot. "Cuando me preguntan de dónde soy siempre contesto que barcelonés del barrio del Clot. No digo ni catalán, ni español. Ésa es mi identidad. Y me gustaría que en mi ciudad se reconociera el trabajo de gente que se lo merece, como Peret. Si no se respeta el legado que hemos recibido, es que algo falla en el Ayuntamiento de Barcelona y en el Departamento de Cultura de la Generalitat. Fallan, y mucho, al no querer dar importancia a una cultura distinta de la que ellos creen". Por si no queda claro, remacha combativo: "Llámale cuestión política o lo que sea, pero en Cataluña si eres un artista que no perteneces al pesebre, mal asunto. Y el pesebre es grande y chupan muchos de él. Los artistas del régimen siguen existiendo, aunque ahora sean socialistas. Pero, en el fondo, no hablo de ningún partido, porque lo hacen todos".

-En definitiva, que no piensa volver...

-No. Mi generación está dolida. Pero lo importante es la gente que empieza

ISRAEL PUNZANO - EL PAÍS - 23/10/2008


martes, 28 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo. 7ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Sección de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

7ª pregunta

MR-Pero, ¿qué pasa con el derecho de autodeterminación de los pueblos, que siempre ha formado parte de los programas de la izquierda desde sus orígenes?

FO -En efecto, Marx lo defendió en el borrador que había preparado para la I Internacional en 1865. Pero al año siguiente ya estaba aclarando que los beneficiarios eran las genuinas naciones, Alemania, Polonia, Italia, Hungría, en ningún caso las nacionalidades --y ese léxico es suyo-- como la escocesa o la galesa. En el fondo, su pensamiento era puramente táctico, que es lo que no puede ser un derecho, algo sometido al "depende". A Marx lo que le preocupan son los ideales emancipadores y lo que buscaba era espacios políticos amplios lo suficientemente consolidados en donde realizar los ideales de democracia radical y de justicia, de igualdad.Y es que el derecho a la autodeterminación, en realidad el derecho a la secesión unilateral si queremos ser precisos, concentra todas las inconsistencias analíticas del nacionalismo. En el fondo arranca de una suerte de comparación con las separaciones matrimoniales: si alguien no quiere formar parte de una pareja, quién puede obligarlo. Aquí no habría ningún tipo de apelación a la identidad, ni a la esencia, sólo ejercicio de libertad. Desde el punto de vista liberal, en principio, no habría nada que objetar. El problema aparece en el momento de decidir quién puede decidir que se va, quién ejerce el derecho a la autodeterminación. Si seguimos con el argumento matrimonial-liberal, cualquiera que perdiera un hipotético referéndum podría decir al día siguiente que ese nuevo club, la nueva nación, no le ha pedido permiso para hacerlo socio. La pregunta es inevitable: ¿quién es el sujeto del derecho? La respuesta "la nación" no nos sirve si entendemos nación en el sentido de "es el conjunto de individuos que quiere ser una nación", entendida esta última acepción como "voluntad de autodeterminarse". En tal caso no hace falta derecho ninguno, no hace falta votar nada: sólo ejercen el derecho a separarse quienes se quieren separar. Si quiere evitar ese absurdo, al final, el nacionalismo tiene que recalar en argumentos esencialistas: habría pueblos más "naturales" que otros, que, ellos sí, tendrían fronteras naturales, no susceptibles de ser decididas voluntariamente, dentro de las cuales el derecho de autodeterminación ya no cabría. De modo que el supuesto derecho no parece muy claro: o bien recalamos en una falsedad, en un imposible, la idea de adscripción voluntaria a los estados, o bien en esencias nacionales, en comunidades naturales, comunidades de destino, en argumentos que niegan el principio que invocan.

Esa es una idea incorrecta sobre cómo son las cosas. Los Estados, cualquier Estado, no son asociaciones voluntarias, a nadie le preguntan si quiere ser miembro. La fronteras, todas, son resultado de geografía, guerras, conquistas, enlaces matrimoniales, flujos económicos y demográficos. Los Estados no son un club social en el que uno se apunta y se va cuando quiere. La idea del Estado como una sociedad de construcción voluntaria presume una suerte de "derecho" anterior a las leyes, natural, prepolítica. Las cosas son al contrario. Precisamente porque no son asociaciones voluntarias es por lo que importan la democracia y los derechos, que se dan dentro de un espacio jurídico, dentro de una comunidad política. En un club privado, los socios pueden fijar las reglas. Por ejemplo, pueden decidir que en un gimnasio no entren los hombres o prohibir la venta de alcohol. Es una asociación voluntaria y no hay nada que reprochar. No estás obligado a entrar y si no te gusta, te vas. En una comunidad política las cosas son distintas. Ahí no caben las discriminaciones, ni las identidades obligatorias, porque cualquiera ha de tener asegurada la posibilidad de poder decir lo que le parezca. Y lo mismo se puede ver desde el otro lado: si uno se puede marchar si no le gustan las decisiones adoptadas democráticamente, entonces la democracia no existiría. De otro modo nada tendríamos que objetar a los ricos, concentrados en una región, que deciden que no están de acuerdo en pagar impuestos, que los principios de justicia de la comunidad política no sirven para ellos, y que se van. La no voluntariedad de los estados, la democracia y la justicia, que se dan siempre en un espacio político, están unidas conceptualmente. Por eso mismo, las cosas cambian cuando faltan los derechos, cuando ciertas personas, que comparten ciertos rasgos, los que sean, se ven privadas de derechos o discriminadas. Pero en ese caso el derecho deriva de la injusticia y acaba cuando desaparece ésta. Sólo en ese sentido reparador se puede habar de derecho de autodeterminación. Lo ha contado muy bien el que acaso sea el mejor especialista sobre estas cosas, un marxista analítico por cierto, Allen Buchanan, en Self-determination, un clásico contemporáneo.

Una ultima cosa, no hay que confundir el supuesto derecho a la autoderminación con el autogobierno. La izquierda es, muy básicamente, radicalidad democrática. Todas las conquistas, todas, de lo que hoy llamamos democracia han sido arrancadas por la izquierda. Pero el control democrático de los ciudadanos, la participación, no es una cuestión de metros, de proximidad espacial, sino de transparencia, de posibilidades de revocación, de control institucional. De hecho, la proximidad espacial, que acostumbra a ser de clase, lo que produce es clientelismo, acobardamiento de medios que sobreviven gracias a su buena relación con el poder local, opacas redes de influencia entre los poderosos que se han socializado juntos y resuelven con llamadas, despachos compartidos y cenas familiares lo que se tendría que resolver en el Parlamento. Basta con pensar en la naturalidad con la que transitan los escándalos políticos en los ámbitos locales y autonómicos. Se pasa por ellos como si nada. No hay la exigencia de responsabilidades que se da en el Parlamento o la vigilancia de la prensa de ámbito nacional. El autogobierno es control democrático: explicaciones, participación, vigilancia y renovación de cargos. Lo otro, agrimensura

jueves, 23 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo. 6ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Sección de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

6ª pregunta

MR- Me temo que decir que la izquierda y el nacionalismo son incompatibles conduce directamente a cuestionar la naturaleza democrática del nacionalismo. Sin embargo, en este país se han acuñado expresiones como "nacionalismo democrático" o "nacionalismo moderado" frente al "nacionalismo radical", o "violento". ¿Qué opinas al respecto?


FO- Desde el punto de vista de los procedimientos democráticos hay una diferencia sustancial. Y eso es muy importante, fundamental: no hay democracia si a quien piensa diferente le niegas la dignidad como persona, que es lo que sucede cuando lo amenazas de muerte. Lo pones en el dilema de que pierda la vida o pierda su dignidad callándose para poder preservar la vida. El problema con el llamado nacionalismo moderado es que colapsa en un montón de paradojas que sólo puede salvar si recala en un nacionalismo étnico, identitario, que, de facto, vincula la ciudadanía a la pertenencia a una comunidad cultural. Quienes no participan de ciertos rasgos, de la identidad nacional que estipulan unos cuantos, no son genuinos miembros de la comunidad política, son menos "catalanes", "españoles" o lo que sea. Por supuesto, la identidad nacional la deciden los nacionalistas sin que importe si se corresponde con lo que en realidad son los ciudadanos... Pero el problema no es de número, sino de principio democrático: el que la mayor parte de catalanes sea del Barça o católica, no quiere decir que las instituciones políticas tengan que apoyar al Barça o la religión católica. A veces, para evitar recalar en esas tesis, que tanto nos suenan a los "genuinos españoles", "unidades de destino" o "españoles de bien", se habla de un nacionalismo cívico, como un conjunto de ciudadanos que comparten derechos y libertades. El problema es que entonces no se ve qué hay que objetar a ideas como el habermasiano "patriotismo constitucional", al reconocimiento de una comunidad de ciudadanos libres e iguales que comparten principios de justicia. Un nacionalismo de esa naturaleza, genuinamente constitucional, en un contexto en donde no existe discriminación por "razones de identidad", estaría llamado a ser paralítico políticamente. Por eso el nacionalismo no puede prescindir de una idea de nación que conduce directamente a la identidad nacional, que es, por supuesto, la que los nacionalistas estipulan.

No es casual que quienes han querido explorar la "hipótesis de la independencia" en serio se hayan encontrado con que, si jugaban a la idea de nación de ciudadanos y no querían excluir a la mitad de la población que quedaba fuera de juego, la "preservación de la identidad" se ponía en peligro. Dicho de otro modo: el único modo de preservar la identidad era saltándose a la torera los derechos democráticos. Y, por supuesto, los nacionalistas están dispuestos a hacerlo. Las preocupaciones por el mestizaje, por la pérdida de la pureza, no son excrecencias, rarezas, sino consecuencias lógicas del nacionalismo. Hay un camino inexorable que conduce directamente a la defensa de "concepciones del mundo" asociadas esencialmente a los pueblos, concepciones que deben estar presente hasta en las ONGs, que, se llega a decir desde las instituciones, deben de tener "un componente nacional catalán".

Por cierto que epistemológicamente no deja de resultar llamativo que aceptemos como buenas, como verdaderas, la terminología y las creencias de los propios nacionalistas, que únicamente tienen una función política. Piensa en algunos ejemplos. Uno "positivo": hay un conjunto de individuos, los nacionalistas, que dicen que otro conjunto -más numeroso- de personas es una nación. De ahí se concluye alegremente que ese segundo conjunto es una nación, alehop!. Otro, normativo, y que, como ha mostrado Rodríguez Abascal en uno de los mejores libros que conozco sobre estas cosas, apunta al núcleo del nacionalismo: "la nación X tiene derecho a la soberanía por qué es una nación". Una falacia, claro. También hay gente que cree que los humanos hemos sido traídos de otro planeta, pero que lo crean no hace a su creencia verdadera. El hecho de que los parlamentarios de Castilla-León, por poner un ejemplo, decidan autodenominarse marcianos, no los hará marcianos. Pero es que, incluso si aceptamos que su creencia es correcta, o que basta que la tengan para que sea verdad, de ahí, de una cuestión empírica, no se sigue ningún principio normativo, como el de soberanía. Y un último ejemplo entre positivo y normativo: el uso de "discriminación" o de "injusticia". El que alguien diga de si mismo que está discriminado no prueba que esté discriminado, sino que él cree que está discriminado. Las nociones de justicia o de discriminación son precisables, objetivas. El que los ricos se sientan "discriminados" al pagar impuestos no quiere decir que lo estén. Las mujeres de la India están contentas con su situación, pero no por ello no dejan de estar discriminadas o sometidas a injusticias. Con independencia de lo que digan las victimas podemos reconocer la injusticia a la que estaban sometidos los negros que carecían de derechos en Sudáfrica o las mujeres de la India, o, aquí mismo, en virtud de otras circunstancias, cuando se les niega el acceso a determinadas posiciones en iguales condiciones de talento, o se las retribuye desigualmente.

martes, 21 de octubre de 2008

SANIDAD PÚBLICA PARA EL MEJOR POSTOR



























El PP Y PSOE funcionan unidos como uno solo cuando pueden hacer negocios.

La próxima vez que vaya a un hospital y le tengan seis horas en urgencias, acuérdense de estas líneas. Si se atreven con lo más sagrado, que es nuestra salud, ¿qué se se atreverán a hacer con el resto...? ¿Que será lo siguiente? ¿Policía privada? ¿Jueces de España, S. A.?

(3-10-08) - 11 años después de la apertura de la sanidad pública al capital privado gracias a la Ley 15/1997, aprobada por el PP, PSOE, PNV, CC y CiU, la Comunidad de Madrid renueva su ofensiva contra los servicios públicos.

"Conozca las peculiaridades del nuevo pliego de condiciones administrativas particulares del nuevo Plan y aproveche las oportunidades de negocio para su empresa" con este lema presentó, en el hotel Ritz de Madrid y bajo el módico precio de 1.200 euros por asistente, la Comunidad de Madrid el Plan de Infraestructuras Sanitarias 2007-2011. Todo ello organizado por Unidad Editorial, empresa matriz de El Mundo, Expansión y Marca, que en breve organizará otras conferencias como Plan Sanitario horizonte 2015 en Cataluña o La Nueva Ley de Contratos del Sector Público en la Generalitat Valenciana.

Un acto patrocinado por Ribera Salud, compañía pionera en la gestión privada de hospitales públicos desde 1999 en Valencia, y Atos Origin, consultora tecnológica con más de 15 años en la sanidad española y que se ha visto favorecida por la externalización de "la informatización sanitaria que se ha dejado en manos del sector privado", según la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Madrid (FADSP).

11 años de unión PP-PSOE

Desde que en 1997 se aprobara la Ley 15/1997 en el Congreso, la sanidad se ha convertido en una "inversión sin riesgo y garantizada durante décadas", denuncia la Coordinadora Anti-Privatización de la Sanidad Pública de Madrid (CASmadrid). Diez años después se dejan notar las consecuencias. Pero, en su afán privatizador, ni Esperanza Aguirre ni el PP están solos.

Si el PSOE apoyó la ley de 1997, un año después, y en esta ocasión en el Senado, el Partido Socialista se opuso a la transformación de los hospitales, por aquel entonces del Insalud, en fundaciones privadas. Pero, tras la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero la legislación no se ha cambiado. De hecho, el Ayuntamiento de Parla, encabezado por el nuevo líder socialista madrileño, Tomás Gómez, cedió en 2001 a la Comunidad el terreno para uno de los nuevos hospitales con gestión privada. Una situación que 11 años después se debatirá de nuevo en el Congreso de los Diputados, a raíz de dos iniciativas de Izquierda Unida. Aunque la coalición tampoco se libra de este proceso, ya que a través de su participación en gobiernos como los de Catalunya y Baleares también se ve salpicada por el afán privatizador de la sanidad pública. En esta situación, y bajo la modalidad de Iniciativas de Financiación Privada se gestionan los centros de Bajo Llobregat (Catalunya) y Son Dureta (Baleares).

Ni mucho menos el verano ha sido de descanso. Tanto las protestas, como el trabajo de los diferentes colectivos en defensa de la sanidad pública no han cesado, ni el interés privatizador de la administración 'pública' de Aguirre. El 31 de julio la Comunidad publicaba una resolución con las instrucciones para el nombramiento y la contratación del personal temporal. Y con la excusa de "la situación excepcional que se ha producido en la Comunidad de Madrid con la apertura de siete nuevos hospitales", han justificado "el traslado de cargos a dedo sin pasar por tribunales, así como la externalización de la mayoría del personal no sanitario o el despido de trabajadores con contratos por obra y servicio", explica Juan Antonio Gómez Liebana de CASmadrid.

Si las protestas han recorrido diferentes zonas de la región, el 23 de septiembre se unificaron y masificaron frente al hotel Ritz. Un acto al que acudieron más de 3.000 personas, que denunciaron "la venta de la sanidad pública" : cuatro nuevos hospitales, las reformas de los hospitales más importantes de la capital y más de 55 ambulatorios. Pero, en el interior del hotel, la Comunidad no quiso soltar prenda sobre los nuevos ambulatorios, según Adolfo García (PSOE), concejal de Rivas Vaciamadrid, quien asistió al acto para informarse sobre las novedades del nuevo centro que la Comunidad debería inaugurar en 2009 en la ciudad ripense. "Al preguntarles por los nuevos ambulatorios, nos respondieron que no nos iban a contar nada", reconoce García. Además, la Comunidad reconoció que no se ha evaluado el rendimiento de los nuevos hospitales, pero que en los cuatro próximos que se construirán se dará un paso más en el proceso privatizador, las concesiones administrativas.

Además, tras las reformas en el Gregorio Marañón, Ramón y Cajal, Móstoles, La Paz y 12 de Octubre también se privatizarán todos los servicios no sanitarios, como en los últimos hospitales inaugurados. Mientras el Sindicato Asambleario de la Sanidad puntualiza que el objetivo no es tanto vender los centros de salud, sino modificar su función "de puerta de entrada al sistema sanitario, a muro de contención y reducción del gasto a través del recorte de los costes", a semejanza de situaciones que ya se viven en Catalunya o en la Comunidad Valenciana. En el área de Torrevieja, ofrecen hasta 2.000 euros al mes en incentivos al personal facultativo de atención primaria en función de la reducción de las derivaciones a especialistas.

¿Más calidad en la atención ?

"Los hospitales más nuevos son los que más denuncias por negligencia están sufriendo últimamente. La asistencia no es la misma, no hay profesionales suficientes ni adecuados para la cantidad de pacientes", denuncia Carmen Flores, presidenta de la Asociación el Defensor del Paciente. Según una circular interna de la propia Consejería madrileña los nuevos hospitales públicos (San Sebastián, Vallecas, Parla, Coslada, Valdemoro, Arganda Aranjuez y Majadahonda) no tratan en urgencias 18 patologías habituales como politraumatismos, quemaduras de grado mayor o neurocirugías. Tras las primeras atenciones, estos pacientes son trasladados a centros como La Paz, 12 de Octubre, Clínico y Ramón y Cajal.

Además, estos ocho centros inaugurados tienen una media de 1,2 camas por mil habitantes, muy lejos de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, entre 8 y 10. Incluso la tercera parte de la media de la región madrileña que se sitúa en 3,48. "Además, los nuevos hospitales no han significado un incremento ni de personal ni de camas. En los antiguos hospitales se han reducido tanto camas como personal", explica Gómez.

Artículo extraído de http://www.kaosenlared.net/

domingo, 19 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo. 5ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Sección de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

5ª pregunta


MR-Sin embargo, las élites políticas y mediáticas del ámbito de la izquierda no parecen albergar la menor duda de que Cataluña, Euskadi y Galicia son naciones, y se remiten constantemente a los pueblos catalán, vasco, gallego. Durante todo el verano Maragall ha estado insistiendo para que la Constitución reconozca formalmente la existencia de esas naciones...

FO-Eso forma parte de esa mitología recreada, que no resiste el trato con la realidad. El único modo de hacerla inteligible es apelando a la clásica tesis romántica que relaciona lengua con concepción del mundo, de ahí salta a la identidad, y de ahí a la soberanía. Ninguno de los pasos se aguanta. A eso se añade el mito no menos romántico de un momento glorioso roto por un invasor que debe ser expulsado, la España centralista. Como si cierto día, hace tres siglos, alguien hubiese decidido imponer su identidad. ¿Qué imposición cultural se puede hacer sin medios de comunicación y sin sistema de enseñanza, cuando hasta entrado el siglo XX la mayor parte de la población es analfabeta? Las cosas son más sencillas, pura demografía y flujos económicos que llevan a utilizar las lenguas de mayor uso. En el siglo XV, Castilla, que incluía por cierto Galicia, Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, tenía 4,5 millones de habitantes y la Corona de Aragón 850.000. En esas condiciones no resulta extraño que el castellano se extendiera y se mantuviera como lengua común y que prácticamente desde el siglo XVI el 80% de los peninsulares la utilizaran. Algo absolutamente excepcional en Europa, por cierto. En Francia, en tiempos de la revolución sólo uno de cada tres franceses hablaba francés; en Italia, en 1830, el italiano sólo lo hablaban el 3 %. En dos generaciones, en esos países la situación se había modificado radicalmente. Pasó lo mismo, y por las mismas razones, con las monedas nacionales y los sistemas de pesos y medidas. En todos esos casos fueron movimientos revolucionarios los responsables de los cambios. Y en España, hasta el franquismo, sucedía lo mismo. El Carlismo encarnaba los restos del feudalismo, del servilismo, nada de libertades ni de ciudadanía, al revés, atadura al terruño y barreras que impidan el oreo, entre ellas, muy conscientemente, las lingüísticas. Sobre esa herencia se encabalgan los nacionalismos. Lo que sucede es que los liberales y la izquierda tuvieron poco éxito.
Todo esto resulta tedioso recordarlo porque al fin y al cabo la historia no justifica nada. A lo sumo nos ayuda a entender por qué las cosas son como son, pero nada nos dice acerca de cómo deben ser. Pero es que es ese el terreno del "nacionalismo de izquierdas". Se arranca de unos supuestos datos, la existencia de una identidad, y de ahí se pretende inferir un proyecto político, la necesidad de recuperar o de preservar la identidad. Hasta la guerra civil se ha dejado de ver como una guerra de clases para convertirse en una guerra del "pueblo español" agrediendo a las naciones. Así que lo primero es recordar que los datos no son así, pero es que además, de los datos, sean los que sean, no se sigue nada acerca de cómo deben ser las cosas. El truco para saltar de los hechos a los objetivos políticos pasa, como te decía, por relacionar la lengua con la identidad y ésta con la constitución de una unidad de soberanía. Lo primero, todavía en el terreno de los hechos, es falso: ningún lingüista informado sostiene hoy que una lengua conlleva una concepción del mundo en algún sentido relevante de la idea. Y lo segundo no se aguanta: quienes comparten una identidad no son sujetos de soberanía. No creo que a nadie se le ocurra pensar que las mujeres o los ancianos constituyan unidades de soberanía, por más que compartan identidad y una conciencia de identidad compartida seguramente superior a la de las "naciones". Pero al final las cosas son más sencillas. En nombre de qué una identidad -inventada o no- justifica tratos especiales o desiguales, es decir, privilegios. Quien defienda que existen unos privilegios asentados en "la historia" debería estar dispuesto a defender el antiguo régimen, la aristocracia. La idea de que hay unos pueblos que han de tener un trato especial no puedo dejar de asociarla a lo que antes te decía del trato con los reyes, a desandar lo recorrido desde la revolución francesa. Pensamiento reaccionario en estado puro.

miércoles, 15 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo. 4ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Abro una sección a post por pregunta de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

4ª Pregrunta

MR-¿Cómo definir entonces la nación?

FO-No conozco una definición satisfactoria de nación. Eso podría ser un problema de principio. Nos sucede con muchos términos. Nos pasa con "belleza" y, también, en teoría política, por ejemplo, al referirnos a tradiciones de pensamiento. Sin embargo, el problema no es ese. En principio, no hay por qué pensar que "nación" cae del lado de "liberalismo" o "belleza" y no del de "clase social" o "átomo", conceptos perfectamente específicables. El problema es de algo más que palabras, apunta a problemas políticos reales. Cuando miramos las definiciones vemos que la mayor parte de ellas al final derivan en identidades esencialistas, en purezas raciales o culturales, en una lista de características que definen al ciudadano fetén, o bien en tautologías más o menos veladas, como sucede con la idea de "nación es un conjunto de individuos que creen que son una nación", en donde se introduce la palabra a definir en la misma definición. En realidad "nación" no es un término analítico, sino de uso político. Tienen razón los estudiosos sobre estos asuntos, la mayor parte de ellos de izquierda, que nos han recordado que el nacionalismo inventa la nación, que se inventa una tradición, por lo general un momento en la historia de la comunidad, un momento que se recrea, que se falsea, y al que se le otorga una singular capacidad para caracterizar lo que es la genuina identidad nacional, con independencia de la evolución de las sociedades. Desde ahí, desde una identidad metafísica, se pretende sostener la existencia de un pueblo que porque tiene identidad se constituye en una unidad de soberanía. Al final, el único asidero firme que queda es la nación como una comunidad cultural homogénea. Para alguien de izquierdas, las instituciones políticas no tienen que mantener otra identidad cultural que los principios cívicos que aseguren la capacidad de cada cual de elegir sus propias vidas, lo que incluye, si existe una comunidad significativa de hablantes, la posibilidad de educarte y de expresarte en la lengua que desees, la del país, es decir, la de sus ciudadanos, pero no, obviamente, que tengas asegurados interlocutores.

La paradoja de los nacionalismos hispánicos es que si quieren ser mínimamente democráticos, cívicos, sólo pueden persistir a costa de no realizar sus objetivos políticos soberanistas. Porque al día siguiente de la hipotética independencia del País Vasco o de Cataluña alguien se podría preguntar cuál debe ser la lengua oficial. El único modo de seguir con el proyecto de preservar la identidad sería imponérsela por la fuerza a los propios ciudadanos, lo cual, además de paradójico (identidad, por definición, tengo siempre), es cualquier cosa menos liberal, en el sentido más elemental de la palabra liberal. De modo que la conclusión se impone: si siguen apostando por el proyecto soberanista es que abandonan cualquier horizonte cívico, cualquier idea no étnica de ciudadanía, lo cual, claro, implica la condena del mestizaje y la inmigración. Eso, claro es, siempre bajo el supuesto de la honradez, de que ese estar instalados en la contradicción, buscando una meta que se sabe imposible conceptualmente, no sea un modo de seguir obteniendo rentas políticas o mercados políticos protegidos.

miércoles, 8 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo. 3ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Sección de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

3ª pregunta

MR-Presumo entonces que en tu opinión expresiones como "España es una nación de naciones" o la idea de plurinacionalidad debieran carecer de sentido desde una perspectiva de izquierda...

FO-La única nación defendible normativamente, desde una sensibilidad emancipatoria, es la de los ciudadanos libres e iguales, la que arranca de las revoluciones democráticas. Es la que funciona como un ideal, la que nos sirve, por ejemplo, para criticar las democracias "realmente existentes" cuando pervierten la igualdad de poder entre los ciudadanos, por ejemplo, a través de unas formas de propiedad que aseguran amplios poderes discrecionales sobre aspectos importantes de la vida colectiva. Esa nación, francesa, republicana, permite realizar un ideal de justicia, aunque sea limitado territorialmente. Por supuesto que en ella conviven individuos con distintas biografías, con distintas características, algunas de las cuales pueden dar pie a algo parecido a pautas de comportamientos compartidos y relevantes desde el punto de vista de formas de vida comunes. Y no hay que pensar en que las más fundamentales sean las "nacionales". Podemos pensar, por ejemplo, en mujeres, campesinos, jóvenes, grupos religiosos, hasta en quienes conviven en las mismas circunstancias climáticas y ecológicas, que, desde luego, condicionan los modos de vida y las culturas más que cualquier otra cosa. Pero lo que no tiene sentido es volver a la idea de reunión de pueblos, como si fueran unidades homogéneas, impermeables a la historia, a la biografía de las personas. Y esa es la idea de los nacionalistas: una esencia, un momento histórico, que es el que se privilegia, y lo demás es contaminación, invasión, pero no lo genuino, no lo verdaderamente "propio", identidad verdadera. No importa si después, durante un siglo, se producen mil acontecimientos. No importa si el 65% de los catalanes actuales tenemos nuestras raíces fuera de Cataluña. Todo eso será simple injerto, corrupción de la pureza originaria. No hay mejor ejemplo de eso que la absurda idea de "lengua" propia, de una lengua que es la de un territorio, sin que importe lo que hablan las personas de por allí. No hay la lengua propia de "Cataluña", hay la lengua de los catalanes, que, por cierto, tienen como lengua mayoritaria y como lengua común el castellano. El hecho de que desde finales del siglo XV se imprimieran en Cataluña tantos o más libros en castellano que en catalán se podrá atribuir a que el castellano era lengua de cultura, pero el uso de las gentes en su prácticas de cada día, cuando compra, ama o se comunica, nada tiene que ver con imposiciones o reputaciones.

domingo, 5 de octubre de 2008

Todos contra las 65h semanales















Amigos, debemos estar en esta manifestación en contra de la directiva europea de las 65 horas, firmada por el mismo PSOE – PSC y el PP y, que nos transporta al pasado. Están todos invitados. !Que nos vean¡ el martes a las 18.45h en plaza de Urquinaona, en frente de la Sede.

Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía se suma a la manifestación convocada en Barcelona a las 19 horas del martes 7 de octubre en Vía Layetana -con la calle Junqueras.

Ciudadanos rechaza frontalmente la directiva europea que permite la ampliación de la semana laboral a 65 horas.

Dicha directiva supone un retroceso en el camino de mejora de los derechos laborales europeos, un vuelco en la forma en que hasta ahora se han organizado las relaciones laborales en Europa. Es un ataque al espacio de progreso y bienestar que supone Europa y nos aleja del horizonte de un tratado social europeo que iguale mejorando, y no laminando, las legislaciones más avanzadas en la regulación de las condiciones de trabajo de los empleados.

Europa ha de seguir sintiéndose orgullosa de ser el espacio jurídico político donde mejor se conjuga prosperidad económica y progreso social, de estar a la cabeza mundial en la conquista de derechos sociales.

Permitir, como establece la directiva, que los trabajadores y los empresarios alcancen acuerdos individuales sobre la duración de la jornada, es dinamitar uno de los pilares del derecho laboral en muchos países europeos, que ha intentando regular la relación entre los trabajadores y los empresarios para impedir el establecimiento de condiciones abusivas de estos últimos.

La aplicación de la directiva imposibilitaría la conciliación entre la vida laboral y familiar y devolvería al trabajador a una situación de precariedad, donde no trabajaría para vivir sino que viviría para trabajar. El aumento de la jornada laboral también supondría un aumento de la fatiga y el cansancio del trabajador que necesariamente redundarían en una mayor siniestralidad.

Ciudadanos quiere poner de manifiesto la incongruencia que supone en épocas de crisis como la actual pretender aumentar las horas de trabajo al tiempo que aumenta el número de parados.

Por todo ello, Ciudadanos se sitúa al lado de quienes defienden los derechos de los trabajadores y apoyará cualquier iniciativa, institucional o social, que frene la aprobación por el Parlamento Europeo de esta medida. En concreto, apoya y se suma a la manifestación que el próximo día 7 de octubre se celebrará en Barcelona a las 19 horas convocada por las organizaciones sindicales CCOO, UGT y USOC, y hace un llamamiento a la participación de todos sus afiliados y simpatizantes para contribuir al éxito de la misma.


C's

sábado, 4 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo.2ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Sección de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

2ª pregunta

MR-¿Por qué dices que cuando se miran de cerca valores como el control democrático o la igualdad se ve que contienen implicaciones antinacionalistas?

FO-Los Estados democráticos se conforman como unidades de justicia y de decisión política. Los ciudadanos mantienen derechos y obligaciones que los comprometen mutuamente y participan en las decisiones políticas. Los derechos son universales, los mismos para todos y se tienen en tanto que ciudadanos. No, como sucedía en el feudalismo, por pertenecer a cierto grupo o vivir en cierto territorio.

Cuando hoy escuchamos a la izquierda recuperar ese léxico de los pueblos de España, como si fueran entidades naturales, sujetos de valoración moral, uno no puede por menos de pensar que se está volviendo al antiguo régimen, cuando los distintos territorios tenían privilegios, fueros en virtud de sus particulares acuerdos pactados con los reyes.

Basta con pensar en el trasfondo de la singular polémica que se desarrolla en Cataluña acerca de las balanzas fiscales. La discusión, por supuesto, tiene detalles técnicos que no es cosa de comentar ahora -aunque hay presentaciones razonablemente accesibles en Revista de libros y, algo más complicada, en Papeles de economía-, pero lo que me interesa destacar es la concepción general, el trasfondo. La propuesta de pagar por ingresos y recibir por necesidades es defendible para los individuos. Es un principio general de justicia que tiene validez general, viva cada uno donde viva. Pero Cataluña como tal no paga o recibe servicios. Es natural que un barrio acomodado tenga un saldo negativo, pero no porque "se explote al barrio", sino porque los que viven por allí son ricos. El barrio no paga impuestos ni es explotado. Cuando se acepta ese léxico interclasista se está escamoteando que los catalanes no son una familia y, como siempre ha sucedido con la retórica nacionalista, por debajo de los intereses de la patria se encubren los conflictos de clase, las desigualdades. Lo que a alguien de izquierda le ha de preocupar no es que el catalán promedio pague más. Porque el catalán en promedio no existe, no paga impuestos. Hay uno que gana 999 y otro que gana 1, pero no hay un catalán promedio que gane 500. Si en un lugar se concentran muchos que ingresan 900, los pobres que vivan por allí no estarán por ello más explotados impositivamente. Al que recibe uno lo que le debe preocupar es que el que gana 900 pague lo que tiene que pagar y que él reciba lo que le corresponda y si es de izquierdas también le debiera preocupar que en Extremadura pase lo mismo. La cosa es más grave respecto a la democracia.

Cuando se sustituyen los ciudadanos libres e iguales por los pueblos y se añade la perpetua amenaza de que, si no nos gustan las decisiones, nos vamos, se pervierte el ideal democrático. La democracia presume que las decisiones adoptadas por todos, nos comprometen a todos. Si los ricos pudieran decir "si no nos gusta lo que se decide, nos vamos con lo nuestro y formamos otra comunidad política", habríamos sustituido la democracia y la deliberación por la amenaza y la negociación, ya no se impondrían las mejores razones y los criterios de justicia, sino la fuerza.

Los representantes políticos se convierten en embajadores, esto es, deja de funcionar deliberación democrática, sustituida por el trapicheo de votos a para obtener beneficios para los "míos". En democracia, si las condiciones de democracia se respetan, si todos pueden expresar sus puntos de vista, y sus derechos se garantizan, no cabe discutir la propia comunidad democrática. La democracia requiere que nadie pueda amenazar con escapar a las decisiones democráticas si no le complacen.

miércoles, 1 de octubre de 2008

izquierda y nacionalismo.1ª pregunta

Por definición, siendo de izquierdas no se puede ser nacionalista.

Abro una sección a post por pregunta de la entrevista realizada por Miguel Riera a Felix Ovejero para El Viejo Topo nº 198, (2.004) se explica y justifica de forma demoledora el porqué.

1ª pregunta

MR-En un artículo publicado el El País hace unas semanas señalabas la incompatibilidad entre ser de izquierdas y ser nacionalista. Sin embargo, es un hecho evidente que hay personas que son de izquierdas y que también son nacionalistas.

FO-También hay gente que se dice de izquierdas y cree que está bien pegarle a su pareja. Que dos tesis sean incompatibles no quiere decir que no existan personas que sostengan las dos tesis incompatibles. También hay quien cree que el Sol da vueltas en torno a la Tierra, pero no por ello su creencia es correcta. Lo que trataba de decir es muy sencillo. Se resume en dos ideas.

1. La primera: la izquierda sólo puede defender ideas nacionalistas instrumentalmente, porque cree que el nacionalismo sirve a otros propósitos emancipadores más básicos. Y sucede que el nacionalismo, por definición, no puede ser instrumental, no busca razones ulteriores, porque entonces deja de ser nacionalismo. Para el nacionalismo los intereses de los míos, simplemente porque son los míos, tienen prioridad sobre cualquier otra consideración, vencen cualquier principio de justicia.

2. Y la segunda es que todas las razones instrumentales a las que se puede apelar, todos los valores que identifican a la izquierda (la igualdad, el control democrático, la libertad para elegir la propia vida), cuando se miran de cerca, tienen implicaciones antinacionalistas. En fin, la cosa es vieja: ¿qué tienen en común el tipo que vive en Pedralbes y el que vive en Cornellá? El azar de que dos personas formen parte de la misma nación no es una razón para que deban establecer vínculos morales o de interés especiales. Razón atendible quiero decir. Razones psicológicas hay muchas, incluso en situaciones de escasa identidad compartida. Al cabo, cuando en un grupo separas a los individuos por el número del DNI, los pares descubren afinidades, identidades, entre sí y diferencias con los impares. Y sienten que sus causas son las suyas.

Félix Ovejero de Lucas es licenciado en Ciencias Económicas en 1982 por la Universidad de Barcelona, Doctor en Ciencias Económicas en 1985 por la misma. Desde 1987 es profesor titular de la Universidad de Barcelona. También es profesor Visitante en la Universidad Pompeu i Fabra (1994, 1995), visiting scholar en el Center form Ethics, Rationality and Society de la University of Chicago (1991) y en la University of Wisconsin (1999). Además fue uno de los firmantes del 1º manifiesto que dio origen a la formación política Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.